Las roca de la bajamar, los montes de tu cuerpo.
Cuando la luna refleja su camino plateado,
en la mar de mis sueños,
mis sentidos se abren y salgo a buscarte.
Busco tu fulgor en la soledad de la Caleta.
A veces me pierdo y fijo mi mirada,
en el Faro de nuestros sueños.
Confío en su milenaria sabiduría,
por eso a él me encomiendo,
en esta noche sin descanso.
Tal vez, cuando los sueños dejen de existir,
y tus manos de acariciar,
volveré al lugar de mi existencia.
Volveré como hoy, a ese Faro milenario.
Buscaré por el laberinto de mrallas
que llevan a la Fortaleza.
Recorreré las calles del Puerto,
y los entramados que desembocan en el Malecón.
Observaré el ir y venir de las olas
y se perderán mis sentidos en su blanca espuma.
Bajaré hasta la orilla,
escribiré nuestros versos,
volverán las olas y los borrará,
con su inconmensurable desprecio.
Esperaré la llegada de las sirenas,
que me seducirán con su incesante canto.
Y seguiré navegando en esta playa,
en este mar de eternas dudas.
Y así viviré eternamente,
hasta el día en que los sabios,
que habitan el mundo,
las ninfas y las hadas
decidan dejar de continuar el ciclo de la vida.
Sólo así volveremos a la ciudad de plata,
sin prisas y sin pausas,
intentando recuperar el tiempo perdido y escondido,
por las callejuelas del silencio.
Sólo así, escribiremos en la arena nuestros versos,
sin temor de que sean borrados,
porque ya será para siempre.
Pasearemos por los entramados,
y la brisa no envolverá nuestros cuerpos,
ni la mar me recordará tu olor,
ni me guiará la luna.
No hará falta...
Ciudad de Plata nos acogerá,
como seres reales frente a este mundo irreal.
Nada más hará falta.
Sólo Vos y Ciudad de Plata.
06/12/2001