Sublime calma,
sosegada quietud tras del placer compartido,
El sueño me constriñe en el tálamo
que me cuesta aceptar por profanado,
rabiosamente gélido sin ti.
Noche a noche, mis brazos sedientos de caricias,
temen estirarse en tu busca.
No es tu rostro el otro que posa en mi almohada
pero yo imagino que acaricias mi cuerpo huérfano de ti,
mi cuerpo que te añora y te desea.
Y temo pronunciar tu nombre en alta voz
ante oidos profanos que lo mancillen.
Mis párpados pesan minuto a minuto.
Mi deseo de ti, me lleva al sueño reparador,
y en su regazo, entramos los dos,
fundidos en áurea metempsícosis
que nos transforma en uno solo
Autor Garval |
Montevideo, 25 agosto 2000
SI ME PIDES EL SOL
Si me pides el sol
quemaré mis alas para dártelo.
No regateo caricias
ni escatimo placeres.
Pones en mis manos
noches de soledades,
siempre acompañado,
nunca con nadie;
ven, mi amor,
enfría este fuego que arde en mi,
te entrego noches de verdades,
derroche de ternuras,
ansias de amaneceres.
Graciela Vera
ENERO 2001
ENTREGA
Fue dulce la caricia deseada,
inequívoco, de ambos, el deseo,
cuál río que fluye caudaloso
volcándose al mar sin recelos.
Sentí tus manos mirándome toda,
busqué la caricia tierna de tus ojos,
tus brazos fueron el reposo
al goce, sublime, de la entrega.
Cual néctar que embriaga los sentidos
bebimos en cáliz consagrado,
nuestros cuerpos enraizados
en firme tronco, complacidos.
Comulgando crispadas crestas
en placentero ardor,
que enerva los sentidos ofrendando
eterna, bendita lágrima.
Graciela Vera
Diciembre 2000
CARICIAS
Ligeras como reflejos de luna
sobre la piel desnuda
se desperezan tus manos
en placentera caricia.
Tiembla mi cuerpo, aplacadas,
en dulce letargo sus ansias,
tierna espera de la hora del júbilo,
deseos nunca negados.
Cómplices las miradas,
llevan implícitas las palabras
que callan las bocas, huyendo
de posibles profanos oídos.
Derrámase el néctar en sutil,
indulgente movimiento,
leve, cosquilleo de terciopelo;
luna en cenit
Graciela Vera
25 Diciembre 2000