martes, 16 de agosto de 2011

Un día de tormenta. Maribel Cerezuela

En un día de tormenta,
el azar te hizo presente
Dientes blancos, perfectos...
ojos para no dejar de mirar,
boca para besar.

La lluvia en los cristales.
Tu cuerpo, sin prisas,
se aproxima a mi cuerpo.

Rompe el aire que nos separa,
me acaricia la mirada.
Tu boca es mi boca,
tus brazos en mis brazos,
tus manos me envuelven,
al compás de mi ritmo cardiaco.
Déjame que vaya necesitando
que mi cuerpo reclame tu piel,
tu calor, tu olor, tu sabor, 
para formar un sólo cuerpo,
una sola persona.

Como un acordeón
me despliego a tus encantos.
Abro para ti, de par en par,
las piernas que sujetan la vida,
que vive en otras vidas.
La tierra que habité
la arranco con uñas y dientes,
con toda la lujuria de
los perfectos amantes.
Con el deseo desbocado
que sólo tú sabes calmar.
Anda, no te demores.
Cierra la ventana.

Nicolás Ximénez